¡Maldito tráfico!

Si pensáis que los problemas de tráfico en Madrid son propios de los tiempos modernos, estáis equivocados… el asunto viene de lejos. ¿Sabéis que la primera multa por conducir un vehículo con exceso de velocidad de la que se tiene constancia, data de 1493?. El sancionado fue un carretero que iba embalado y avasallando con su carreta a los caminantes por las estrechas calles del centro de la ciudad.

Y si viajamos hasta el siglo XVII, comprobamos que las preocupaciones causadas por el tráfico eran todavía más graves. La densidad de carrozas en circulación fue motivo de unos cuantos duelos. En aquella época, la categoría nobiliaria de una persona podía medirse por la calidad de su carroza… si tenía dos caballos o cuatro, si estaba acristalada o no. Cuando dos carrozas se encontraban frente a frente en una calle angosta, la carroza de menor categoría siempre debía ceder el paso ante la más lujosa. Pero el conflicto llegaba cuando las carrozas eran del mismo rango y ninguna cedía. De la típica discusión de tráfico se pasaba a concertar un desafío a espada que solía terminar con la muerte de uno de los contendientes. La precedencia en el tráfico fue junto con las rivalidades amorosas, el principal motivo para los duelos en nuestro Siglo de oro.

Parada de sillas de mano del Madrid del siglo XVII en la esquina de Herradores con Hileras. Los primeros taxis de la capital.

Parada de sillas de mano del Madrid del siglo XVII en la esquina de Herradores con Hileras. Los primeros taxis de la capital.

Por suerte, el tráfico en Madrid no sólo fue objeto de discusiones. En el XVIII el intenso tránsito de carrozas por el Paseo del Prado nos deparó situaciones mucho más divertidas. Sabemos que una ordenanza municipal prohibió a los madrileños cambiarse de carroza mientras circulaban por esta vía. Los motivos de esta prohibición no estaban relacionados con la seguridad de las personas. La ordenanza intentaba velar por la moralidad, ya que se había comprobado que los madrileños y madrileñas pasaban a las carrozas ajenas para poder tener un rato de intimidad y consumar aquí sus galanteos. El movimiento oscilatorio de los vehículos ponía en evidencia estas situaciones… los antepasados del  Simca 1000 iban tirados por caballos.

Extinguidas las sillas de mano, que en el XVIII funcionaban a modo de taxis, en el XIX se multiplicó la cantidad y diversidad de vehículos colapsando las calles de la capital: carretillas, simones, calesas, tartanas… sus denominaciones variaban en función del número de caballos, ruedas y otras características. Y aparecieron además en este siglo los primeros tranvías de tracción animal. Y no podemos olvidarnos de las diligencias que paraban en la esquina de la Puerta del Sol con la calle de Alcalá.

El primer coche de motor llega a Madrid en 1898. Lo trae el Conde de Peñalver desde París. Las calles del centro ven circular por primera vez un artefacto de este tipo. A partir de entonces cual de nosotros no habrá dicho alguna vez: «¡Maldito tráfico!»… o algo parecido.